Popularmente la Endodoncia es conocida como “Tratamiento de Nervio”, el cual es un término incorrecto principalmente por dos razones: (1) el objetivo es eliminar y no tratar (para recuperar) “el nervio” dentro del diente y en realidad (2) lo que se elimina no es sólo el nervio sino la pulpa dental, la cual aloja a éste y a otros componentes importantes tales como arterias, venas y vasos linfáticos, confirmando que las piezas dentales son órganos independientes.
La palabra Endodontología es derivada del lenguaje griego y se puede traducir como “el conocimiento de lo que está dentro del diente”. Es por esto que la Endodoncia involucra todas las estructuras y procesos que ocurren en el nicho pulpar (cavidad que contiene la pulpa). La cámara pulpar es un sitio estéril rodeada por las paredes rígidas del diente, aislándola de la saliva, la cual no es estéril; generalmente la endodoncia es necesaria cuando microorganismos invaden este recinto a través de caries, traumatismos o fracturas.
Una vez contaminada la pulpa, es necesario removerla y limpiar el sitio en donde se encuentra para evitar o sanar cuadros patológicos de los tejidos vecinos. Una endodoncia nunca está terminada hasta que el diente este restaurado de manera definitiva, de lo contrario, el tratamiento podría fracasar, además, la endodoncia es el último recurso para salvar y mantener el diente natural en boca.
Es importante que el paciente comprenda que la pérdida de un diente es sumamente perjudicial para todo el aparato de masticación ya que la misma fuerza de mordida se distribuirá en menos dientes, traduciéndose en problemas importantes a mediano y largo plazo, por ejemplo: dientes “corridos”, “huecos” o espacios en la sonrisa, pérdida de la estabilidad en la mordida (trauma oclusal), problemas en la articulación de la mandíbula, dolores de cabeza, entre otros.